Hoy quiero abrir mi corazón con ustedes y hablarles de algo que veo mucho, no solo en consulta, sino también en mi propia experiencia y en la de tantas mujeres que me rodean. Es una carga silenciosa, una mochila pesada que arrastramos casi sin darnos cuenta: la sobrecarga invisible de la mujer.
Tal vez nunca le hayas puesto nombre, tal vez la hayas normalizado porque así fue siempre, porque así lo viste en tu mamá, en tu abuela, en todas esas mujeres que vinieron antes que tú. Pero esa carga, aunque invisible a los ojos de los demás, pesa. Y pesa mucho.
La mujer que hace todo… y más
Vivimos en una época donde la mujer ya no solo cuida la casa y a los hijos, sino que también trabaja fuera de casa, emprende, estudia, sueña. Pero la sociedad, las parejas, las familias… muchas veces siguen esperando que sigamos haciendo todo lo de antes, y además lo nuevo.
Somos las que llevamos a los niños al colegio, las que hacemos la colación, las que vamos al supermercado, las que cocinamos, las que limpiamos, las que organizamos las tareas, las que cuidamos a los padres mayores, las que resolvemos cada detalle de la casa, y además trabajamos, producimos, somos exitosas afuera también.
Y ahí, entre el trabajo y la casa, entre las reuniones y las tareas escolares, entre los platos sucios y los informes por enviar, nos vamos olvidando de nosotras mismas. Sin darnos cuenta, nos hemos puesto la capa de «superwoman», creyendo que podemos con todo… hasta que el cuerpo y el alma nos pasan la cuenta.
El precio de ser “la que todo lo puede”
Ahora bien, quiero decirte algo que tal vez nadie te ha dicho: no tienes que poder con todo. No viniste a este mundo a cargar las mochilas de todos. No eres la única responsable de que todo funcione.
Muchas veces nos cuesta pedir ayuda. Tal vez, porque aprendimos que si pedíamos algo éramos “débiles”, “dependientes” o “molestas”. Tal vez, porque tenemos tanto miedo a que nos abandonen, que preferimos hacerlo todo solas para que no tengan “una excusa” para irse.
Pero ¿sabes qué pasa? Que cuando nos ponemos en ese rol de hacer todo, de controlar todo, de resolver todo… nos ponemos en una energía masculina, de acción, de control, de dirección, y desde ahí sin querer empujamos al hombre a una energía más pasiva, más receptiva, más infantil incluso.
Y luego nos frustramos, nos enojamos, porque vemos que nuestra pareja “no hace nada”, que “es un princeso”, que “no se mueve si no se le pide”. Pero ¿Cuántas veces hemos soltado el control? ¿Cuántas veces hemos dejado espacio para que el otro también actúe?
La mujer cansada, la mujer desconectada
Cuando la sobrecarga es tanta, dejamos de estar disponibles para amar. Porque el amor necesita espacio, necesita tiempo, necesita calma. Pero cuando estamos todo el día resolviendo, haciendo, ejecutando… no queda energía para abrazar, para reír, para disfrutar.
Nos volvemos irritables, impacientes, mandonas, exigentes. No porque seamos “malas”, sino porque estamos agotadas. Porque estamos cumpliendo con todos menos con nosotras. Porque estamos intentando sostener algo que no debería sostenerse sola.
Y lo más triste, es que en ese camino nos desconectamos de nuestro femenino. De nuestra suavidad, de nuestra ternura, de nuestra capacidad de recibir. Nos endurecemos. Nos volvemos rígidas. Y dejamos de sentirnos.
¿Cuántas mochilas estás cargando?
Hoy quiero invitarte a hacerte esta pregunta, con total honestidad: ¿Cuántas mochilas estás cargando? ¿Cuántas de esas realmente te corresponden?
No tienes que cargar la mochila de tu pareja. No tienes que cargar la mochila de tus hijos. No tienes que cargar la mochila de tus padres. No tienes que cargar la mochila de tu trabajo y de tu casa al mismo tiempo.
Si tienes pareja, tienes derecho a pedir ayuda. Tienes derecho a decir “no puedo más”, a decir “esto es mucho para mí”. No eres menos mujer por pedirlo. No eres menos fuerte por reconocer que necesitas apoyo.
Si tienes hijos, también puedes pedirles que colaboren, según su edad y sus posibilidades. Y si estás cuidando a tus padres, pregúntate: ¿esto me corresponde a mí? ¿o estoy cumpliendo un mandato invisible que no elegí conscientemente?
Si quieres profundizar o prefieres escucharme, puedes ver el video completo que dejo aquí arriba. A veces necesitamos escuchar para sentirnos más acompañadas.
Basta de ser la Superwoman
Querida, basta de querer ser la «superwoman». No tienes que ser la madre perfecta, la esposa perfecta, la empleada perfecta, la hija perfecta, la amiga perfecta. No tienes que demostrarle nada a nadie.
Viniste a esta vida a ser feliz, a elegirte, a cuidarte, a disfrutar también. No viniste solo a cuidar a otros, a solucionar problemas, a apagar incendios ajenos.
Una mujer feliz construye una familia feliz. Una mujer amada y apoyada puede florecer, y desde su florecimiento, dar amor auténtico a los suyos.
Pero para eso, primero necesitas elegirte a ti misma. Necesitas ponerte en primer lugar, no desde el egoísmo, sino desde el amor propio.
El arte de soltar lo que no nos corresponde
Hoy te invito a soltar. A soltar esas mochilas que no son tuyas. A soltar esas cargas que no elegiste. A soltar esos mandatos antiguos que ya no aplican.
No viniste a este mundo a sacrificar hasta la última gota de energía. Viniste a vivir, a gozar, a amar, a crear, a soñar.
Si tu pareja no quiere ayudarte, si no quiere asumir su parte, si es un “adorno” más de la casa, como digo en mis terapias… tienes un problema que necesita conversarse. O trabajarse. O replantearse.
Porque no puedes ni debes seguir cargando sola lo que corresponde a dos.
Es tiempo de volver a ti
Quiero que hoy hagas un pequeño ejercicio. Toma papel y lápiz, y escribe todas las cosas de las que hoy te haces cargo. Haz la lista. Mírala con ojos amorosos. Y luego, marca aquellas que no son tu responsabilidad, aquellas que podrías delegar, compartir, soltar.
Y empieza a soltar. Paso a paso. No tienes que hacerlo todo de golpe. Pero empieza a practicar el pedir ayuda, el delegar, el decir “no puedo”, el reconocer tus límites.
Porque eres una mujer maravillosa, poderosa, pero también mereces descanso, mereces ternura, mereces apoyo, mereces tiempo para ti.
Y recuerda: no tienes que ser hombre para vivir tu vida. Puedes ser mujer, completa, vulnerable, auténtica. Y desde ahí, elegir lo que quieres cargar, y lo que decides soltar.
Te abrazo fuerte, hermosa mujer. Y si este mensaje resonó contigo, te invito a escribirme a través de la página de contacto de mi web o enviarme un WhatsApp directamente para conocer más sobre mis cursos, talleres y terapias. Estoy aquí para acompañarte en este camino de soltar y volver a ti.
Con amor,
Mun Ancestral