La herida de no ser elegida

La herida de no ser elegida: cómo reconocerla y sanarla

Querida amiga, hoy quiero hablarte desde lo profundo de mi corazón sobre algo que muchas mujeres llevamos sin saberlo, algo que ha pasado de generación en generación, algo que marca nuestras relaciones, nuestras decisiones, nuestra forma de amar. Quiero hablarte de la herida de no ser elegida.

Tal vez ni siquiera le habías puesto nombre, tal vez solo sientes un vacío, una tristeza inexplicable, o una necesidad constante de ser vista, de ser validada, de que alguien finalmente diga “tú eres la elegida”.

Pero ¿sabes? Esa herida va mucho más allá de una pareja que no te escogió. Es una herida que toca nuestra identidad, nuestro cuerpo, nuestra alma. Y hoy quiero invitarte a mirarla, a reconocerla y a empezar a sanarla.


Cuando sentir que no eres elegida se vuelve parte de ti

Esta herida comienza muchas veces en la infancia, cuando no nos sentimos vistas, amadas, preferidas por papá, por mamá, o por ambos. Cuando sus miradas se posaban más en un hermano, en el trabajo, en los problemas, y no en nosotras.

Cuando una niña no recibe esa mirada de amor que le dice “tú eres lo más importante para mí”, crece buscando esa mirada afuera, en cada pareja, en cada relación, en cada vínculo. Y así empieza el ciclo: elegir hombres que no eligen, amar hombres que no miran, aguantar esperando que algún día por fin se queden.

Querida, esa búsqueda desesperada de ser elegida no es amor, es herida. Y desde la herida atraemos más dolor, porque elegimos desde la carencia, no desde la plenitud.


La herencia silenciosa de las mujeres no elegidas

¿Alguna vez has mirado hacia atrás, hacia las mujeres de tu familia? ¿Has notado que muchas de ellas también vivieron el desamor, la traición, la invisibilidad?

No fuiste la primera. Tal vez tu mamá no fue elegida. Tu abuela no fue elegida. Tu bisabuela tampoco. Y sin querer, llevas esa lealtad invisible, creyendo que repetir su historia es honrarlas.

Pero, hermosa mujer, no viniste a repetir el dolor. Viniste a sanarlo. No necesitamos cargar con la tristeza de las que vinieron antes. Podemos honrarlas diciendo “hasta aquí llega este dolor, yo elijo diferente”.

Hoy tú puedes ser la primera en elegirte. La primera en decir “basta”. La primera en construir una historia de amor recíproco, de miradas limpias, de amor que elige y permanece.


Cómo saber si llevas la herida de no ser elegida

Tal vez te preguntas si esto también es tuyo. Tal vez dudas. Por eso quiero compartirte algunas señales:

  • Te comparas constantemente con otras mujeres.
  • Sientes que debes demostrar, esforzarte, tolerar más para que te amen.
  • Toleras cosas que no deberías, esperando que un día él cambie.
  • Te duele profundamente cuando elige a otra persona.
  • Te sientes rechazada fácilmente, como si nunca fueras suficiente.

Si alguna de estas resonó en ti, es probable que lleves esta herida. Y no pasa nada, no es para culparte ni avergonzarte. Es para mirarla, abrazarla y empezar a sanarla.


Si prefieres escucharme y acompañarme en esta reflexión, te invito a ver el video completo aquí mismo. A veces las palabras llegan diferente cuando las escuchamos desde el corazón.


Sanar comienza eligiéndote a ti

La sanación, mi querida, comienza con una decisión radical: elegirte a ti.
Elegirte una y otra vez.
Elegirte por encima de quien no te elige.
Elegirte aunque tiemble todo a tu alrededor.

El día que dices “no más” a lo que no te ve, a lo que no te valida, a lo que no te honra, empieza una nueva historia. Ese día te vuelves tu propia prioridad. Ese día recuperas tu poder.

No se trata de volverte dura, arrogante o fría. Se trata de volverte completa. De sentirte suficiente, amada por ti, sostenida por ti, elegida por ti.

Y desde ese lugar, vibrando en plenitud, empezarás a atraer a quienes puedan verte de verdad. A quienes tengan la capacidad de elegirte no porque les falta algo, sino porque reconocen tu luz.


Romper la cadena de las mujeres invisibles

Hoy quiero invitarte a un acto profundo de amor y honra. Imagina frente a ti a todas las mujeres de tu linaje: tu mamá, tu abuela, tus bisabuelas… todas esas mujeres que no fueron elegidas, que fueron traicionadas, que vivieron a medias.

Míralas con amor y diles:

“Las honro. Las veo. Las reconozco. Y hasta aquí llega este dolor. Yo corto este patrón. Yo elijo diferente. Yo me permito florecer.”

Siente su gratitud, su orgullo, su bendición. Ellas también desean tu libertad. Ellas también quieren que seas elegida. Que seas feliz. Que seas amada.


No viniste a competir ni a demostrar

Otra forma de sanar es dejar de compararte, de competir, de demostrar.
No necesitas ser mejor que nadie. Eres única. Eres suficiente.

Repítete:

“No vine a competir con nadie. Vine a vivir mi totalidad. Quien me elija, conocerá a una mujer completa. Y si no me eligen, se lo pierden.”

Quédate con esta certeza en el corazón. Porque la mujer que se elige a sí misma abre caminos nuevos. Y esos caminos son hermosos, abundantes y llenos de amor recíproco.


Ámate, elígete, priorízate

Querida mujer, no necesitas seguir esperando ser elegida. Hoy puedes elegirte tú. Hoy puedes mirarte al espejo y decirte: “Yo me veo. Yo me elijo. Yo me pertenezco. Yo soy suficiente.”

Y desde ahí, todo cambia. Porque ya no buscas desde la necesidad, sino desde la abundancia. Desde la plenitud. Desde la certeza de que mereces amor del bueno, amor recíproco, amor verdadero.




Te abrazo fuerte, hermosa mujer. Si este mensaje resonó en tu corazón, te invito a escribirme a través de la página de contacto de mi web o enviarme un WhatsApp directamente si quieres conocer más sobre mis cursos, talleres o terapias. Estoy aquí para acompañarte en este viaje de volver a ti.


Con amor,
Mun Ancestral

¿Te gustó? Comparte esta publicación

Últimos Artículos

Sígueme en mis Redes Sociales